Mientras explorábamos cómo mejorar nuestro amor propio, nos dimos cuenta de que los momentos a solas eran lo único que nos ayudaba a sentirnos mejor con nosotras mismas. Esos momentos de autocuidado en los que nos desconectábamos del mundo para conectarnos con nuestro cuerpo y mente. Esos momentos en los que disfrutábamos de nuestra propia compañía, en calma y tranquilidad.

Esos momentos se convirtieron en rituales. Cada día nos hacían sentir más cerca de nuestra esencia, nos impulsaban a valorarnos más, y con el tiempo, nos transformaron completamente. Nos enseñaron a apreciar quienes éramos y quienes queríamos ser. Nos hicieron mirar hacia el interior, mejoraron la relación que teníamos con nosotras mismas y nos ayudaron a querernos mucho más, por dentro y por fuera.

Hoy en día, esos momentos son mucho más que una parte esencial de nuestra rutina, son la base de nuestro amor propio.